A Jacqu'lynn, firmamento.

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lunes, diciembre 29, 2008

La quinta cuerda

Correspondiente al jueves, 18 de diciembre, 2009

Algún día entenderás, nombre del filme sobre la desigualdad entre la estirpe judía, sangre que con los milenios ha erigido el capital y el odio de los otros.

En Füssen, hace unos días, disfrutaron los protagonistas de este filme que parodia las hazañas de Hitchcock (descubrimos parcialmente, día con día, la organización que está detrás de la toma de países de primer mundo) un desayuno bien servido por un justo precio. Ahora en München en el hostal Wombat’s tal prestación no se encuentra y evitamos consumir allí los alimentos matutinos. Partimos en larga caminata y a paso veloz, porque el hambre resonaba en nuestros estómagos, al café que aquella amable muchacha nos convidó. Llegamos a Tree Man’s Coffee, ubicado en Oberanger #26. Notamos que la joven de antaño no atiende el establecimiento. De todos modos nos sentamos en el lugar de nuestra preferencia y mostramos, luego, el cupón que nos obsequió esa chica (como un non playable carácter, en un RolePlaying Game, el aventurero en su odisea recibe prestaciones

El Appleshot que uno puede ordenar

El pastel rojo que en la mañana calma el bolsillo y al estómago

La chispa que sería devorada

Dicho cupón nos valió un par de libaciones. Luis ordenó la bebida de manzana que ayer degustó y el otro protagonista de The 38 Strings (evita incluir su nombre en la bitácora) recibe un tazón inmenso pleno en café. Además ordenan una rebanada de pastel de frambuesa cuya sola mención abre el apetito para nuestros lectores. Disfrutan el desayuno y parlan de lo visto hasta entonces. Refieren adjetivos sobre los germanios y sus modos, sus costumbres y magias, las desilusiones que les han causado y los gustos que les han generado. Chispas de chocolate se permiten la intromisión a la plática y, tras fotografiarlas, Luis las engulle, carente de pena por comer a una criatura mínima. Retornamos al hostal para complementar el desayuno, como la comida más importante del día. Cuando satisficimos al hambre (o la engañamos, según sea el caso) partimos de nueva cuenta. Ahora nos dirigíamos a la pinatoceca de München, rebosante en estilos y artistas. Notamos que el arribo a tal sitio no estuvo exento de sus excentricidades, como ciertos entschuldiguns, calentamiento de manos, turbaciones del camino, miradas ajenas, imprecisiones del trayecto. Cuando nos apersonamos en la pinacoteca y cruzamos la cafetería que allí vendía productos de elevado precio y de dudosa calidad, pues la suma a pagar no predetermina la delicia culinaria, pagamos nuestro boleto, dejamos las mochilas en un pasillo de lockers (que semejaba a un complejo habitacional) y permitimos que los ojos se deleitaran con las obras expuestas. Nos maravillamos con Ingermas, con una galería dedicada a los judíos, con una galería fotográfica portentosa porque el muestro de las capitales del mundo promueve el vistazo a las costumbres de los otros

Pese a la maraquerería (o pulso de maraquero) del fotógrafo ahí podemos leer el nombre de la calle

(Nota del editor intrusivo: en tal aula sólo una fotografía de México se percibía. Dejaba ver a los visitantes una esquina del Centro Histórico donde la calle Tacuba se desplegaba, sin presunción, para que los mercaderes vendieran los panes de cada uno de sus días. Curiosamente sólo una fotografía de India puede verse. Ciudades como Berlin, München, Köln tienen cabida. Otras capitales europeas encajan en el entramado, algunas ciudades asiáticas son claramente visibles, es notable la carencia de ciudades latinoamericanas, salvo Río de Janeiro). No fue menos sorprendente la galería, inmensa por sí misma, de arte contemporáneo que mostraba un recorrido cronológico de aquellos ases de la tecnología y cómo ésta se apodera de las mentes sin que ellas se percaten de su hechizo y sugestión.


Para los amantes de la madera

Una muestra del arte contemporáneo expuesto en la pinacoteca

Claroscuro

Los cantantes

En la pinacoteca de München obras así son reproducidas en madera balsa. ¡Vaya trabajo!

Vimos, además, cuadros de Dalí, una muestra de arte vario (desde anillos antiguos hasta corazones de la modernidad), varios pintores alemanes de prestigio que esta memoria nos impide recordar (días después el impacto maëlstrom del Louvre causará esta y otras pérdidas de consciencia debido a la tormenta destellante) y arteescencias en demasía (sí, tal palabra puede existir, si lo concede tu imaginario). Luego debatiríamos con la arquitectura de München, entre Apolos, Ludwigs y Luitpolds, centros, plazas, masas, turbas, chusmas. Los vales que nos obsequiarían a la llegada a esta urbe en expansión conceden, ahora, un café y una cerveza de justa proporción. La comitiva en el bar del hostal (allá nos encontrábamos pese a la omisión descriptiva. Nota del editor abrumado: el registro de una bitácora que puntualice el paso de las horas, desde una lejanía, corresponde con la dificultad) conversa en palabras que no entendemos y Luis, protagonista, ordena un tarro más para saciar su sed. Ocurrirá un episodio jocoso en la habitación: como ésta gozaba de la compartición de camas un inquilino que no habíamos visto despertaría ante nuestra entrada al descanso y, más tarde, ante la entrada al sueño, ya tardía (calculamos que cerca de las dos de la madrugada) de otro par viajero. Berlín atendía nuestros bramidos nómadas. Allá, al curso de las estaciones ferroviarias, quedaba la capital de la Germania.


Metalurgia

La silla que simula un pato

Afri-cola como propaganda. ¿Llegó ese refresco a nuestras tierras?

Edición de una fotografía en usanza de GoogleEarth

Gigantomaquia

A través del pasillo de arte vario en la pinacoteca

Ciertos lujos arquitectónicos que vimos en nuestros últimos pasos, por ahora, en München. Los contemplaremos cuando el tiempo lo requiera.

De regreso al hostal le preguntan a uno de los protagonistas de The 38 Strings lo que es incapaz de comprender. Intetaríamos decir en germanio que no hablábamos dicha lengua sino español y tras un "¡ARGH!" en respuesta, que nos indicó la negativa de nuestro intento de comentario, nos dimos cuenta que la nieve nos convidaba su caricia.

Adviento como nevada


The pet of an evil corporation, dijo Bart, alguna vez


Toda cultura tiene aciertos y tropiezos

La cuarta cuerda

Correspondiente al miércoles, 17 de diciembre, 2008

La iglesia desplegada


Detalles arquitectónicos

Ya los curiosos nos dirán, en autóctono legado, el significado de la placa

¿Hay algo que añadir?

Otra vista

En el interior

El saludo de la gárgola

En una mañana nublada la terraza desde la que se ve Neuschwanstein no cumple su cometido justo por el impulso de calígine (la neblina llamada a la usanza de antaño o para su poetización). Con ello en mente nos disponemos probar los bocados matutinos, sirviéndonos suntuosamente para no pasar hambre después. Uno de los protagonistas de The 38 Strings mira un par de quesos diminutos, envueltos de manera apropiada, cada uno de diferente sabor. Ignora los nombres de los sabores pero infiere una degustación por las imágenes que recubren la envoltura. Guarda el par de lácteos y se levanta. Luis lo acompaña. Pagan la suma requerida al hostalero, que sabe saludar y despedirse en lenguas distintas y que no varía su veste por tres días; entregan una llave colorida, inspirada quizá en las gestas de David Lynch y se despiden. Parten a la estación de trenes de Füssen, de tamaño apto para el (Nota del editor que escribe con una mano este añadido días después porque con la otra detiene una cámara que transmite imágenes y que de no sostenerla el traslado sería imposible: el relato de esta cuerda, la cuarta, es abruptamente interrumpido por un alemán que clama su asiento en el tren; perdemos la inspiración del momento para la continuidad; retomamos la escritura muchos días más tarde) pequeño poblado. Abordan. Se declinan y no se reclinan en sus asientos. Al poco tiempo un hombre al que habita un bigote acude a nuestros lugares y sin contratiempos le entregamos el justo pase del día. El trayecto a München ocurre sin complicaciones, entre planicies plenas en blanco, ya salpicadas por pastos, ya numeradas por casas (Nota del editor anterior a esta nota: se retoma la escritura el día siguiente). Arribamos temprano a la ciudad mencionada y en cuanto llegamos nos proponemos encontrar el hostal que nos alojará por dos noches; además dada la aventura en Füssen preferimos preguntar cómo llegar al hostal en vez de hallarlo por cuenta propia. Nos comentan que la ruta de llegada es muy sencilla, seguimos las instrucciones con precisión y encontramos el hostal en algunos minutos: su ubicación es óptima, se encuentra a unos cuantos pasos de la Estación Central de München. Entramos, nos piden que paguemos la suma requerida pero nos informan que sólo nos darán el cuarto hasta las dos de la tarde (para ese entonces eran las 11 de la mañana). Agregamos que no hay problema aunque nos preguntamos dónde dejaremos el equipaje si es que queremos salir. Nos informan que hay un cuarto cuyo propósito (nota innecesaria pero soportable: Morcilla, can, quiere subir a nuestro habitáculo en este momento) consiste en resguardar las valijas aleatorias de viajeros varios pero que, sin embargo, no debe dejarse ninguna pertenencia valiosa. Así obramos y partimos, en busca de minucias. Nos obsequian un mapa, unas tarjetas de identificación y unos billetes modificados que valen por ciertas bebidas (que disfrutaremos horas más tarde).
Partimos, pues, con la intención de la búsqueda; decidimos recorrer un poco de la ciudad mientras nos entregan el cuarto. El mapa nos comunica un lugar de interés pero variamos levemente la intención de la visita más inmediata y variamos la ruta. Cruzamos la avenida Bayer (llamada Calle Bayer, en germanio) y la caminata nos entrega una iglesia de gran belleza. Emite a los viajeros, al menos a uno de ellos, un resplandor tenue. La toma de fotografía nos posesiona momentáneamente. Desde varios ángulos obtenemos las imágenes. Estamos en la Iglesia de San Pablo, aquel prodigioso, Segundo en un catálago, que predicó lo que su Maestro le heredaba con el paso de los días. Entramos en la iglesia. Uno de los protagonistas de
The 38 Strings (Nota del editor, ahora, sin adjetivos: una de las tías lectoras le dirá, días después, a tal protagonista: “uno de lo stringers”) advierte la repartición de los ornamentos. Como costumbre de los luteranos y su estirpe la iconografía de sus templos es austera, simple pero efectiva; pretende mostrar el Mensaje de un modo carente de inutilidades. Porque en los católicos territorios el Mensaje se diversifica en muchos estilos, que contienen una característica en común: el barroco. Uno de los Oros y de las Excrecencias. Recorre los dos extremos. Ya que el barroco, en esencia, pretende desfasarse del vacío para llenarlo todo. Mientras que otras corrientes, en las que el clasicismo dirige la orquesta, se proponen lo contrario: la llaneza cubre la vastedad divina. Sea como fuere, Luis, otro de los protagonistas de The 38 Strings, toma cuidado en sus fotografías, por si acaso fieles ofendidos respondieran a la afrenta de capturar las imágenes de los atributos de Dios. Miramos un órgano, dos confesionarios, un retablo, un púlpito, las bancas para oración, dos vitrales principales y otros objetos que evitamos mencionar para abrumar la lectura. Salimos entusiasmados de la Iglesia de San Pablo. Vemos una casa que acoge nuestra curiosidad.

Tal casa es esta

Las dos y media de la tarde se acomodan y decidimos retornar al hostal. Allá nos entregan la llave del cuarto, dejamos las pertenencias, notamos que el robo no las ha tocado y, deseosos de continuidad, retomamos la visita al sigilo de la aventura. Prestamos obediencia al mapa y dado que el lugar que más reluce en la guía turística de München es la Marienplatz (La Plaza de Mariana ¿acaso?) nos encaminamos a tal sitio.

La Rathaus de München (que nos perdone quien corriga, ignoramos el género de "casa" en germanio)

Luitpold desde su galope alcanza las luces navideñas



Nos toma un gramo de dificultad hallar la plaza aunque la concurrencia nos indica el sendero correcto. Además en el trayecto una chica, que hablaba el inglesio, nos obsequia dos muestras de un café adosado tiernamente con la fragancia de la manzana. Preguntamos el porqué de la simpatía; agrega que trabaja en una cafetería humilde con las tres
b’s del dicho popular (bueno, bonito y barato). Acudiremos mañana. Los ríos humanos, afanosos en víveres y compras, más inclinados por el consumo que por el disfrute de su capital, prosiguen en sus caudales y dos bienvenidos encaran la maravilla: la Rathaus. Ignoramos el misterio de la etimología, es decir, el significado del nombre para el edificio. Después sabremos que significa “la casa de gobierno” pero, localmente, la conoceremos como “la casa de las ratas”, quizá en prestación de ese famoso adagio: un político pobre es un pobre político. La Rathaus de München está rodeada por un mercado navideño, rebosante y ruidoso. Esta misma casa de gobierno luce espléndidamente decorada. Gárgolas que se pasean por las paredes de la morada, un Luitpold a caballo que observa a los visitantes ufanamente, los nombres de personajes de alcurnia grabados sobre los muros, una torre magnífica que se yergue como si la gloria le dijera: levántate y tolera la otrora admiración, son algunos de sus portentos. En dicha torre unos personajillos metálicos permanecen en la serenidad de la estatua. Luis, protagonista de The 38 Strings, comenta que de vez en vez los artefactos antropoides bailan al ritmo de una tonada específica. Nos enteraríamos que sólo el verano propicia la ceremonia. Evitaremos ver el espectáculo. Entramos en la Rathaus, su interior no es menos impresionante. Un lujoso nacimiento se exhibe al fondo, el negocio que reparte Glühweins atiende al empleado que reparte las libaciones típicas, gusto de clientes en demasía, una serie de casitas que prestan continuación al mercado navideño vende sus productos, una torre de menor tamaño se alza, menos presuntuosa que su hermana mayor, pero segura, también, de su porte. En el interior de la Rathaus una galería de arte está en disposición de los paseantes. La gentil dama que nos recibe nos invita a pasar y aceptamos.

Velas para la madre. Porque madre, sólo hay una.

Un collage llamativo

Ignoramos el significado del hanzì (chino) o kanji (japonés). Este tipo de curiosidades están en la galería de Rathaus de München

La galería es mínima mas eso no impide disfrutar de lo que se exhibe allí. Muestras de pintura y estilos cuelgan de las paredes, así como collages, composiciones, construcciones, nacimientos, excentricidades y demás caras del arte. Recorremos el espacio en poco tiempo. El confort que nos brindó el aire climatizado de la galería se esfumó en cuanto salimos a la Rathaus y la intemperie. Hambrientos, miramos con desilusión los precios de los productos comestibles y adquirimos la noción de su elevado precio. Un gentilhombre, porque no podría llamársele de otro modo, observa nuestra decaída y pregunta a dónde nos dirigimos. Le decimos que nos dirigimos a la calle Kaufinger, nos indica cómo desplazarnos y seguimos sus instrucciones. No encontramos en el camino algo digno de engullir que no sobrepase los tres o cuatro euros. ¡Vaya desesperación! ¡En medio de una queja del estómago! Pero una pista de hielo toma la atención por un instante.

También hay una pista de hielo en México, recordamos. Lo kitsch está en ambas. Una es gratis y otra no. El haiku improvisado y por demás pésimo.

Retornamos al hostal y la larga caminata de vuelta bien valió los sándwiches que preparamos en el cuarto (el día anterior, en Füssen, aprovechamos entrar a un mercado local para almacenar unas vituallas y con ella prepararnos los alimentos del día porque los precios orbitaban en una valencia monetaria fuera de nuestras posibilidades, o eso creíamos entonces). Uno de los protagonistas de The 38 Strings consume tres sándwiches, fríos y duros (pero, ¿para qué pedir lujos?) de pepinillo, combinados con papas y los lácteos que el desayuno del ayer les obsequió. Se añade una bebida de naranja con gas y helo ahí, con el hambre saciada. Luis, protagonista de
The 38 Strings, consume dos sándwiches preparados con un salami germanio, a lo que acompaña también con papas y una bebida de naranja con gas. Hace unas horas preguntaron si la red inalámbrica estaba disponible en el hostal. Afirmaron. Bajaron su equipo a una especie de jardín. Notaron que varios huéspedes reposaban ya en sillones, ya en hamacas. Éste y mañana serían días agradables para la bitácora, quien también es una viajera en esta aventura. En la Europa la conexión a ese otro mundo, la red mundial o world wide web, conlleva un precio elevado. Encontrarlo gratis simboliza una oportunidad dorada.

miércoles, diciembre 17, 2008

La tercera cuerda

Correspondiente al martes 16 de diciembre, 2008

Una de las calles centrales en Füssen


El edificio de la fotografía anterior en acercamiento
Ese mismo edificio prologado por la blancura
Una muralla superviviente

¡Ah, las construcciones de ensueño! ¿Cómo en los tiempos remotos los hombres dignificaban a quienes pensaban superiores? ¿Los mostraban como reyes y concedían que ellos condujeran las masas al progreso o a la intemperie? Justamente la realeza era capaz de tales atrocidades. Ludwig II no fue la excepción y, sumido en el lujo, comandó a los otros su anhelo: llevar las fantasías populares fuera de la fantasía, tornarlas en realidad y eternizar a su persona gracias a la inventiva ajena como lo han hecho muchos personajes a lo largo del tiempo.

La entrada a la Maravilla. Nótese el castillo Neuschwanstein al fondo. En imagen, también: un protagonista y dos acompañantes, Bridget y Tyler, que de paso encontramos.

Füssen reverbera entre estas cuerdas porque aloja la villa más cercana a los castillos más famosos de la Germania: Neuschwanstein y Hogenschawngau. Ambos pertenecieron a la estirpe de los Caballeros del Cisne (schwan en el idioma), ahora extinta, como todos los otros caballeros. En su tiempo fueron casas de verano de los altísimos y servían múltiples funciones: dormitorios para comitivas extranjeras, pabellones para las artes, despliegues de arte y sutileza, reliquias que observan las maravillas naturales del entorno. Ahora son focos turísticos prestigiosos. Tan sólo el primero de los castillos nombrados reúne un millón y medio de visitantes al año. No es de extrañar. Ludwig II, como pocos, logró en vida un sueño. Poco importa su tiempo como rey, el legado de las tantas piedras que edifican castillos es lo que sobrevive. Füssen está situado a unos cinco kilómetros de los castillos por lo que uno puede disfrutar de una caminata en medio de la nieve y deleitarse con un paisaje no apto para regiones cercanas a los trópicos, tal como aquellos que aún no han visto el mar y caen hechizados ante su oleaje sempiterno. La modernidad y sus designios quizá también son inescrutables. Fue por ello que aún cuando la entrada a los suntuosos palacios pétreos distaba de la ecuanimidad el deseo por recorrer sus muros y sus escalinatas, así como visitar sus habitáculos y habitaciones, socavó la duda. De paso nos topamos con otros viajeros, Bridget y Tyler, vecinos del norte, que visitaban Füssen por la misma razón. Nació el confort de la tarabilla e intercambiamos lo justo necesario, acudimos a una prestación: reencontrarnos en München, la próxima parada en el trayecto de la película The 38 Strings. La mera descripción de los edificios abarcaría amplias páginas. La impresión que suscitan acaso pueda matizarse más de una manera visual que escrita. Aún carecemos los editores ociosos (quienes realizan las intercalaciones que incluyen leyendas como nota del editor entre párrafos aquí, allá) de lo estelar para la narrativa, sentimos que nuestra estrella está lejana pese a que pensemos en ella, como navegante intrépido, constantemente. Que las imágenes hablan por sí solas, lectores.

El pedazo congelado

En los castillos se observan murales en los que se aprecia a Lohengrimm, el Caballero del Cisne, a Tristán, a Isolda, a los Doce Apóstoles, al Uno Único, a una divinidad hindú (por increíble que parezca), a reyes varios y demás personajes propios de la mitología. Hay excentricidades notables: en Neuschwanstein los constructores dejaron una pieza natural sin retoque humano: en uno de los pisos superiores una porción de tierra se yergue, incólume, sobre las paredes, estalactitas múltiples cuelgan de los techos. Ignoramos porqué la distribución del castillo finalmente permitió esta premisa a la naturaleza. Junto a este portento se encuentra un jardín de verano que en si mismo es un deleite, ¿cómo en una región fría se hallan plantas exógenas? Así mismo hay habitaciones que incluyen camas suntuosísimas, que servirán de inspiración a Gobelin en su momento, excelentes y barrocos trabajos de madera, murales pintados detalladamente, los cuales cuentan varias sagas, trofeos, regalos, tazas, copas, orfebrería, escudos, armas, obsequios y un largo enlistado que el etcétera matiza. (Nota del editor inclusivo: desconozco la razón que trajo a tantos orientales a estos sitios. Así ocurre. La mayor parte de los visitantes son de tal ascendencia. Están en todos lados).

De regreso a Füssen divisamos a un ánsar (ganso o pato) sobrevolar uno de los lagos congelados y con ello la maravilla nos ilusiona dócilmente. ¡Ah, magnífica ave endémica que sólo vuelas en prestación a tu geografía! Para uno de los protagonistas de The 38 Strings el encuentro con esta ave en este contexto singular simboliza la sorpresa y supera el avistamiento de la arquitectura humana: es la presencia de la naturaleza en toda su gloria; sin que escanda en uno la indiferencia o el temor sino el asombro puro.

Ya en la villa decidimos involucrarnos en el supermercado local y evitar consumir alimentos en otros lados, el precio elevado de la vitualla evitó el pleno disfrute. Nuestro plan surtió efecto. Por una módica cantidad obtuvimos los alimentos necesarios para tres días. En un Role Playing Game todo equipo de héroes de vez en vez es auxiliado por la fortuna. Nos prepararíamos para München.

Las imágenes de la gran fachada amarilla corresponden a Hogenschwangau y las de la fachada blanca a Neuschwanstein, ambos son impresionantes. Obtuvimos un par de imágenes de contrabando del interior de los castillos, quizá más asombrosas que los mismos castillos, porque, como habrán inferido, tomar fotografías está prohibido. Así que acudimos a la astucia.


Lohengrim, Caballero del Cisne, arriba a la villa local. Alejandro Casona, español, le dedica un cuento en su Flor de leyendas.

Una fotografía de contrabando, como ese par de ojitos negros. Ignoramos el proceder de la pintura.

Neuschawnstein elogia a Sigfrid y su afrenta contra el dragón Fafnir. Claro, también a Cristo, Salvador.